Libro VS Película | “Aristóteles y Dante Descubren los Secretos del Universo”, el poder de una buena adaptación

Libro VS Película | “Aristóteles y Dante Descubren los Secretos del Universo”, el poder de una buena adaptación

En los últimos meses he sostenido algunas discusiones con amigos conocedores de cine sobre qué debería ser considerada una buena adaptación y qué no, y he encontrado puntos de vista muy diversos que han puesto en duda bastante de lo que yo conozco del tema, pero que, al mismo tiempo, me han impulsado a defender mi propia perspectiva.

Algunos dicen que una adaptación tiene que alejarse lo más posible del producto que lo inspira porque, simplemente, se trata del manejo de una nueva narrativa en un lenguaje distinto que debe seguir sus propias reglas. En algo de ello sí que estoy de acuerdo.

Otros dicen que aunque sí debe alejarse, hasta cierto punto, de la obra original, tampoco puede deslindarse mucho de ella porque, al final del día, ya existe un público base al que ese nuevo producto irá dirigido primordialmente, y éste espera ver varios momentos importantes del mismo cobrando vida en una nueva producción. También estoy de acuerdo con parte de esto.

Lo que yo pienso es que, al final del día, los dos productos siempre van a ser diferentes, porque se trabajaron para formatos distintos y nunca van a coincidir del todo. Pero ambos deben mantener la misma esencia para sentir que hay algo que les une, y eso es justamente lo que un fan más debe respetar y querer en una adaptación.

Porque, seamos honestos, ¿quién quisiera una calca de algo que ya conoce simplemente por el capricho de tenerlo en otro formato? Sería algo aburrido. Pero, ¿consumir un producto que nació gracias a otro, que se jacte de ello y que, al final, no contenga nada del original? Eso, además de molesto, resulta decepcionante.

Ahora, después de todo este preámbulo, creo que estoy listo para hablar sobre lo que fue para mí esta adaptación del libro homónimo de Benjamín Alire Sáenz, cuyo texto original me causó una fuerte impresión por la increíble forma en la que logró captar la mente de un joven de 15 años y ocasionar dudas existenciales en el lector mientras acompaña al personaje a vivir aventuras ligadas al proceso del crecimiento y el descubrimiento del yo.

La película respeta muy bien esta esencia. Tenemos a Aristóteles “Ari” Mendoza, interpretado de manera impecable por el joven actor Max Pelayo, un joven que se muestra inconforme con su vida pese a que no es realmente mala, y todo se debe tanto al golpe hormonal como a otros detalles que el largometraje va develando poco a poco.

Y también tenemos a su contraparte, Dante Quintana, a quien el actor Reese Gonzales logró retratar con precisión, un muchacho que no tiene miedo de decir lo que piensa y que mira el mundo con ciertos matices que Ari no alcanza a vislumbrar hasta que él le ayuda a lograrlo.

Entre más tiempo pasan juntos, más se dejan llevar uno por el otro, compartiendo desde sus gustos y deseos, hasta sus sentimientos y pensamientos íntimos, lo que les hace contemplar la existencia desde puntos de vista aparentemente opuestos pero que logran conjuntarse gracias a un elemento sustancial: el amor.

El largometraje hace un buen recuento de las escenas más importantes del libro aunque, claro, no puede más que esbozar, de manera escueta, el interior de los personajes debido a las limitaciones de su propio lenguaje, ya que mientras el libro es demasiado autorreflexivo, como lo suele ser cualquier novela, la película se limita a mostrar un evento tras otro para construir una narrativa similar apoyándose del talento de sus estrellas para respetar el cariz de cada actuante.

Como pequeño fan de la novela que fui, agradezco que la cinta respetara momentos clave de la historia como cierto accidente que cambia el rumbo de la relación entre los protagonistas, o el incidente con otro de ellos que afectó su interior de forma sustancial, al igual que la muerte de cierto personaje que ayudó a impulsar la trama hacia un final que, aunque predecible, cualquier persona que se enamoró de su historia sé que supo agradecer.

Estoy siendo demasiado escueto en detalles porque creo que vale la pena que todos disfruten de su trama recibiendo los menos spoilers posibles, para que puedan formarse una opinión propia basada en sus propias experiencias porque, simplemente, a eso es a lo que inspiran tanto el libro como la película: a invitar al público a recordar los momentos de la adolescencia en los que todo parecía demasiado grande y extenuante hasta que, simplemente, las cosas empezaron a cobrar sentido no sólo gracias a la madurez sino, también, a la apertura de nuestros corazones.

Porque Ari y Dante enseñan una valiosa lección en ambos proyectos: los secretos del universo no se hallan en un espacio lejano al que sólo podríamos acceder con la ayuda de una nave espacial o de tecnología muy avanzada. Están más cerca de lo que creemos, en nuestro interior, y es el atrevernos a sentir aquello que nos rodea lo que activará la llave para darles libertad.

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