22 de septiembre de 2023
Hacia el ocaso de Agatha Christie, reseña de "Las Manzanas"

Hacia el ocaso de Agatha Christie, reseña de "Las Manzanas"

En un poblado de Inglaterra, tras una fiesta infantil aparentemente inocente en el Día de Halloween, se halla el cuerpo de una niña quien fue ahogada en un balde lleno de agua donde instantes previos al crimen se celebró un juego.

El deceso, por supuesto, abre muchas incógnitas, pero la principal de ellas, y aquella que se le habría ocurrido a cualquiera después de preguntarse la identidad del asesino, es: ¿por qué alguien querría matar a una niña indefensa de 11 años?

Hércules Poirot, el célebre detective de la autora de esta novela, entra escena haciéndose esa misma cuestión, para luego descubrir que la chiquilla había revelado algo consternante la noche anterior: había, aparentemente, presenciado un crimen un par de años atrás, lo que abre un abanico de posibilidades sobre el rostro de aquel que le quitó la vida para, quizás, encubrir un acto mayor.

Esa es la premisa de este texto de Agatha Christie, que de buenas a primeras suena bastante interesante pero el cual, hacia el final… desafortunadamente no lo fue tanto, a mi parecer.

No es que haya leído muchos textos de la escritora a la fecha; de hecho, este es el tercer libro que escojo de su repertorio, y debo confesar que esperaba mucho de él por el buen sabor que me dejaron los dos ejemplares que le precedieron: “Asesinato en el Expreso Oriente” (1934) y “Muerte en el Nilo” (1937).

Una de las cosas que pensé cuando llegué al final es que muy probablemente la novela habría sido escrita al principio de la carrera de Christie, y que por ello no tenía ese toque de verdadero misterio y oscuridad que los escritos que ya le había leído sí tenían.

Y luego me sorprendí cuando me di cuenta de que ocurrió lo opuesto, ya que este ejemplar fue publicado en 1969, 7 años antes de la aparición de su última novela, lo que me hizo pensar en algo distinto: había presenciado el ocaso de la pluma de esta grandiosa artista.

Me explico: así como uno cambia en cada etapa de su vida, cualquiera habría de esperar que el estilo de las cosas que hacemos, así como nuestros gustos y nuestra particular visión de la existencia, se transforman en la misma medida.

No podemos esperar los mismos textos de un niño de 10, con una mirada demasiado imaginativa e inocente, a los de un adolescente de 15, quien podría entrar en temas de existencialismo y arranques de depresión.

Por lo tanto, un autor no puede mantener la misma visión de escritura que tuvo al inicio de su carrera como al final de ella; su esencia prevalecerá en el ADN de sus creaciones, pero habría esperar que sus historias tuvieran un toque más acordé al grado de madurez que cada individuo es capaz de alcanzar.

La forma en que está escrita está novela, con demasiados diálogos y pocos momentos de acción y suspenso, me hace creer que Christie ya sabía que estaba llegando a un final; no necesariamente el de su vida, pero sí al de una parte de su existencia.

Y no en balde, unos cuantos años después, concluyó con la llama de su protagonista estrella para luego pasar sus últimas primaveras cuidando de su salud, llevando un ritmo más pausado, mirando hacia el ayer y disfrutando de algunos éxitos, como su nombramiento como Dama Comendadora por parte de la Reina Isabel II.

No quiero que se me mal entienda: la novela no es mala. Sigue, de muy buen grado, los lineamientos de la mayoría de los relatos de la famosa y nos entrega un misterio por resolver; sin embargo, al menos desde mi perspectiva, el texto no cuenta con el suficiente grado de misticismo como para cualquier lector pueda darse cuenta de la mente criminal detrás del caso en los primeros 6 capítulos.

Habiendo sabido eso, yo creo que lo más disfrutable de la narración es ver cómo Poirot llega a la misma conclusión y te lo explica en el capítulo final, dando vueltas enrevesadas y tomando en cuenta datos que puede que a muchos se nos hubieran pasado por alto debido a la fugacidad en su mención.

El punto de todo este escrito, creo yo, es demostrar qué tanto puede impulsar la codicia al ser humano, y no me refiero únicamente a la que tiene que ver con bienes materiales (sé que eso, de buenas a primeras, no parece tener sentido, pero prometo que para aquellos que lean el libro, hacia el final, les hará clic en la mente).

Lo triste es que para demostrar este punto, Christie se valió de un grupo de personajes de lo más anodinos, quienes sobrellevan una existencia aburrida y falta de sustancia en un poblado de Inglaterra lo suficientemente alejado de Londres como para no entrar en su bullicio.

Pareciera, entonces, que el crimen sería una especie de estimulación contra lo tradicional de su modo de vida, pero, en realidad, resulta lo contrario: ahí también se habían perpetrado otros crímenes, varios de ellos mucho más arroces que el atañe al inspector, y aunque algunos de ellos están relacionados con el caso, eso no inmuta realmente a los demás.

Puede que la autora también quisiera denunciar algo con este hecho: la sociedad más apegada al nuevo milenio desafortunadamente ha normalizado el delito, por lo que ya no se impacta con la impunidad ni la falta de coacción de las autoridades porque sabe que, en la mayoría de los hechos, no se hará justicia.

O bueno, eso parecía hasta hace algunos años. El activismo de nuestros días, sobre todo aquel que busca defender a las minorías, ya no pasa por alto estos hechos; si no fuera así, no existiría la marcha por el orgullo LGBTQ+, las marchas feministas, o el movimiento Black Lives Matter, por nombrar algunas eventualidades.

Me pregunto si la escritora habría trabajado esta narrativa de la misma forma de haber estado viva en nuestros días. Quizás le habría dado mucho más protagonismo al resto de sus personajes, como en títulos anteriores, lo que habría resultado en una novela de mayor sustancia. Quién sabe. Quizás ése es el verdadero misterio.

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