El origen de la violencia: reseña de “Balada de Pájaros Cantores y Serpientes”
Digna precuela de la saga aunque excesivamente larga.

El origen de la violencia: reseña de “Balada de Pájaros Cantores y Serpientes”
Cuando Suzanne Collins planteó la posibilidad de adentrarse de nuevo en el mundo de “Los Juegos del Hambre“ por allá del 2015, muchos nos hicimos la misma pregunta: ¿qué más había por contar después del agridulce final de “Sinsajo” que no se hubiera dado a entender en el propio libro?
¿Regresaría el mal a Panem? ¿Los hijos de Katniss Everdeen y Peeta Mellark tendrían que vivir sus propios juegos del hambre y su propia historia de supervivencia? ¿Sería una especie de “What If…” sobre lo que pudo haberle ocurrido al país sin la existencia de su sinsajo?
Algunos pensamos que habría más historia hacia adelante, y pasamos por alto los más de 70 años que hubo detrás de la edición que vivimos con esta protagonista de aquella competencia cruel. Así que en realidad no tendría que haber causado mucha sorpresa que la autora decidiera ir hacia atrás en lugar de avanzar.
Y, en parte, fue bueno el ejercicio. Porque pudimos explorar no sólo partes del origen de estos juegos, sino también la vida de aquel personaje que los hizo ser lo que fueron en el presente de Katniss, y sus motivaciones detrás de sus acciones. Me refiero, justamente, al protagonista de esta ya no tan nueva novela: Coriolanus Snow, quien se convertiría en el presidente dictador de Panem.
“Los Juegos del Hambre: Balada de Pájaros Cantores y Serpientes” nos sitúa 64 años antes de los eventos de “Los Juegos del Hambre”, al tiempo en que se tomó la decisión de incluir mentores en los juegos durante la décima edición de la competencia, los cuales saldrían de la escuela de élite del gobierno del estado: la Academia.
Ahí es donde vemos a Snow por primera vez: un joven inteligente, tenaz y de buen parecido quien trata de sobresalir de entre sus compañeros para poder ganar un premio económico en el evento, el cual ayudará a que él y su familia, su prima Tigris y su “abuelatriz”, puedan mantener su falsa vida de glamour como miembros respetables de una familia de abolengo.
Si él gana la competencia de entre sus compañeros, podría obtener una beca que lo matricularía en la universidad, en la cual, buscaría forjarse una carrera importante para obtener un trabajo que le ayudara no sólo a ganar bien para vivir bien sino, además, a generar un cambio importante en el gobierno de su nación. Ambicioso, ¿no?
Desafortunadamente, las cosas no le resultarían tan fáciles: la tributo que le tocó entrenar pertenece a uno de los distritos peor puntuados en todos los aspectos, y eso podría sesgar su oportunidad de llegar a la cima: se trata de Lucy Gray, competidora por el Distrito 12.
Lo que “Coryo”, como lo llaman sus allegados, no se esperaba, era que la chica sería toda una sorpresa para él mismo y para la gente del Capitolio: una joven atractiva, de carácter moldeable, con un gran talento para la música y un carisma como pocos se han visto en aquella época de posguerra donde ocurre toda la trama.
Se ganó los corazones del público y del propio Snow, quien se prometió hacer todo lo posible por ayudarla a ganar, sin realmente ser consciente de todas las vicisitudes que le esperarían en el proceso, y las cosas que la propia chica le haría vivir después de la competencia.
Mientras más me adentraba entre las páginas de este libro, más me sentía extrañado porque, ¿de qué manera ese joven intrigoso aunque amable pudo convertirse en el monstruo que conocimos en la trilogía original? Y creo que justamente en ese punto es donde radica el núcleo de su trama.
El texto funciona como una especie de ensayo que plantea una tesis sencilla pero compleja: ¿es el ser humano violento por naturaleza? Si nos ponemos a pensarlo un poco, en sí esa es la hipótesis con la que esta saga trabaja, buscando demostrar las bajas pasiones de las personas cuando se les pone frente a un reflector marcado por la violencia y la necesidad de sobrevivir.
Justo ese entorno es el que termina corrompiendo poco a poco a nuestro protagonista, al grado de acrecentar sus miedos y convertirlos en paranoias, lo que lo llevó a cometer sus primeros asesinatos, y a volverse más estratégico y menos compasivo.
Pero para que esto ocurriera, mucho tuvo que ver la inclusión de un par de personajes especiales: el decano de la Academia, Casca Highbottom, y la Vigilante Jefe de los juegos, la doctora Volumnia Gaul, quienes debajo de la mesa urdieron planes para hacer evolucionar a Coriolanus y explotar su potencial para que iniciara su camino a la evolución del tirano líder en el que se volvió.
Desafortunadamente, creo que el texto se quedó demasiado atrás en esta tarea. Nos muestra una chispa, muy importante, pero lo bastante pequeña como para dudar si realmente podría generar un incendio. Y tuvo varias oportunidades para apagarse gracias a la familia del protagonista, sobre todo su prima, quien siempre lo alentó a buscar ser la mejor versión de sí mismo.
El libro explora de una manera entretenida el pasado de Panem, un estado destrozado por la guerra y la avaricia de un diminuto círculo de gente con poder, muchos de los cuales también vivieron carencias y alimentaron su odio contra los rebeldes por haberlos “obligado” a despojarse de sus vidas llenas de lujos y riqueza.
También fue interesante ver la evolución de los propios juegos, que pasaron de ser un castigo y recordatorio para los distritos sobre el fatídico destino que les aguardaba si mantenían su actitud rebelde, y empezó a gestarse la visión del “circo romano” que pudimos ver en la competencia de Katniss y Peeta.
Y quien tuvo bastante que ver en las decisiones detrás de los cambios importantes, justamente, fue Snow, con ideas innovadoras aunque crueles como las de impulsar apuestas por los tributos para darles comida y mantenerlos vivos para avivar la falsa llama de la esperanza por su supervivencia y, de esa forma, generar más espectáculo.
El origen del propio evento también se nos es revelado en el texto, y está tan ligado con Coryo que resulta muy lógico el enorme interés que le presta a la competencia en los años posteriores. Se volvió, al final de cuentas, su legado; ese niño pequeño al que ayudó a criar para ser EL sanguinario deporte por antonomasia del futuro.
Creo que el libro es un buen predecesor y sucesor de la trilogía original, tanto por el idealismo que plantea detrás de las acciones de sus personajes y de la trama misma, como por la complejidad en su universo distópico y en el desarrollo de sus actuantes.
No obstante, para mí gusto, también resultó excesivamente largo. La autora pudo contar mucho más con menos, y cubrir mejor los cabos sueltos detrás de la personalidad de Snow, como lo mencioné párrafos atrás, en lugar de enfocarse en momentos de sentimentalismo hasta cierto punto absurdo y carente de relevancia para la trama misma.
Varios de los encuentros del protagonista con su futuro interés romántico, Lucy Gray, así como con uno de los compañeros que más problemas le llevó, Sejanus Plinth, pudieron resolverse en menos páginas y haber tenido un mayor impacto tomando sabiendo usar mejor la oportunidad en las palabras.
Pese a ello, un elemento que sí me gustó mucho del libro fue la propia Lucy, un personaje que mezcló muy bien lo mejor de sus compatriotas del Distrito 12: es tan ruda, fuerte y terca como Katniss y, al mismo tiempo, tan sensible, amable y de buen corazón como Peeta.
Y la conexión que forjó con Coryo y otros actuantes la volvieron un personaje inolvidable en varios aspectos, por lo que dejó la vara alta para posibles futuras historias en este mundo post apocalíptico.
Además, agradezco que sea una novela más completa en el sentido de que es autoconclusiva: nos deja vivir un planteamiento muy detallado, un nudo en donde podemos apreciar unos juegos del hambre en su totalidad, y un desenlace equiparable a sus arcos antecesores.
No se necesitó de una trilogía para contar esta historia, aunque le sobraron, fácilmente, unas 100 páginas.