22 de septiembre de 2023

Rama es una novelista embarazada que decide observar el juicio de Laurence Coly y escribir sobre el caso. Coly es una inmigrante senegalesa que vive en Francia y que dejó a su hija de 15 meses en una playa para que la marea se la llevara. Rama planea escribir un recuento moderno del mito griego de Medea sobre el caso. A medida que aprende más sobre la vida de Coly, Rama se vuelve cada vez más ansiosa por su propia vida y el embarazo.

¿Por qué una madre mataría a un hijo o hija? Una de las preguntas que más atormentan a nuestra sociedad cada vez que se presenta un caso de infanticidio. Todos quieren saber por qué, habiendo tantas formas de darle una vida mejor a una infancia no deseada ¿Por qué tomar el camino más drástico? Al no encontrar respuestas que satisfagan el pensamiento lógico, lo que sigue es llevarlo a lo emocional y catalogar a la victimaria como un monstruo, porque solo algo más bajo que un humano es capaz de cometer tal acto.

En su salto a la ficción, Saint Omer, la documentarista Alice Diop se inspira en el caso real de una mujer que asesinó a su bebé al dejarla a la orilla del mar y el juicio al que se enfrentó por el crimen, pero no parece que esté muy preocupada en encontrar el por qué por su cuenta. De hecho en la primera parte de la cinta, la directora se limita a presentar el juicio desde cierta distancia, dejando que sean sus personajes en la corte quienes cuestionan a la acusada, sin embargo por parte de la cineasta no hay más que un ojo que observa sin agenda propia. Esta fracción de la película es híper-realista, tanto que desconcierta a la audiencia y provoca que se deje de preocuparse tanto por el por qué del crimen y comience a preguntarse por qué estamos viendo este juicio. ¿Por qué Diop, o mejor dicho, Rama, nos trajo a ser testigos de este proceso?

La película tiene una carga meta-ficcional ya que así como Rama, sin conexión directa o indirecta alguna al caso, asiste al juicio de Laurence, la misma Diop asistió al juicio real en el que se basa la trama. Así que sin ser nada aparente ni mucho menos obvia, Diop desde un inicio está contando una historia sumamente personal y no es hasta que Saint Omer cruza casi la mitad de su metraje cuando por fin la cineasta nos permite ver el lado emocional de la historia. Poco a poco Rama revela que más allá de un trabajo, su presencia en el juicio tiene una razón personal. Que tal vez sin desearlo conscientemente, espera encontrar respuestas sobre la complicada relación que tuvo y tiene con su madre, justo cuando ella está a punto de convertirse en una. Diop deja el juicio en un segundo plano, pero es de hecho en este punto cuando por fin se empieza a preguntar directamente el por qué del crimen de Laurence y esto porque mientras más conoce de ella, Rama se siente en mayor conflicto sobre lo que siente.

Al final el por qué del crimen tal vez no sea satisfactorio para quienes busquen respuestas concretas, lógicas o de juicios sin matices. Lo que Diop nos ofrece es reflexionar acerca de lo que significa e implica la maternidad, pues toda madre no solo esta conectada a sus hijos, sino sus hijos a ella, es una relación bi-lateral en la que uno se alimenta del otro. Y esto resulta en que una madre puede transmitir lo mejor de sí, pero también lo peor. ¿Puede el temor de que un hijo o hija cometa los mismos errores o se convierta en la peor versión de su madre llevarla a terminar con su vida? El temor de no poderle dar una vida digna, de no ser suficiente ¿No puede eso transformar un acto atroz en un acto de amor? Claro que el asesinato no deja de ser asesinato, pero si uno se deja llevar por la empatía que Diop produce entorno a esta mujer, entonces saldrá con la sensación de que es capaz de entender antes de querer justicia. La directora no nos quiere obligar a creer en algo, en que pensemos de cierta manera, simplemente es dar empatía, será cosa de cada quien ser abierto a sentirla.

Saint Omer es una película complicada, Diop nos exige paciencia para poder llegar a su cambio del enfoque realista al emocional, un vez que llega somos recompensados con una conclusión conmovedora. Ante todo, la película siempre está a flote gracias a las actuaciones de Kayije Kagame como Rama por sus miradas en las que refleja su conflicto interno y Guslagie Malanda como Laurence por la firmeza de sus palabras y lo ambiguo de sus ojos. Siendo una película en cierto sentido minimalista, Saint Omer probablemente ofrece una de las representaciones más matizadas de la maternidad en el cine.

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