Reseña | ‘Cielo Rojo’ | FICUNAM 13
Un relato sobre el egoísmo del artista.

Una pequeña casa de vacaciones junto al mar Báltico. Los días son calurosos y no ha llovido en semanas. Cuatro jóvenes se juntan, viejos y nuevos amigos. A medida que los bosques secos que los rodean comienzan a encenderse, también lo hacen sus emociones. Felicidad, lujuria y amor; pero también celos, resentimientos y tensiones. Mientras tanto, los bosques arden. Y en poco tiempo, las llamas están allí.
Los artistas tienden a tomar inspiración de su contexto, donde crecieron, lo que escuchan, lo que ven, por experiencias propias o ajenas. Las ideas siempre vienen de algún lugar, pero ¿Qué pasa cuando un artista vive tan cerrado en su propio mundo que es incapaz de ver todo lo que está pasando a su alrededor? ¿Y por lo tanto, no recibe inspiración de ningún tipo? Esta es la situación que nos muestra el director Christian Petzold en su nueva película, Cielo Rojo, que se presentó en la sección Atlas del FICUNAM 13.
Petzold nos pone en el punto de vista de Leon, un escritor principiante que pasará varios días en una casa de campo para terminar su nueva novela antes de que su editor lo visite. La casa pertenece a la familia de su mejor amigo Felix, quien lo acompaña en el viaje para terminar un trabajo de fotografía. Ambos esperan que en la tranquilidad del bosque encuentren inspiración para sus obras, sin embargo desde que están en camino, varias inconveniencias se van presentando que destruyen toda posibilidad de paz, como todas las medidas que se están tomando para detener un enorme incendio forestal a kilómetros de distancia. El deterior de la naturaleza no parece molestar demasiado a Leon, pues la mayor de estas inconveniencias resultar ser la presencia de Nadja, una prácticamente extraña para ambos, quien también se quedará en la casa al mismo tiempo.
Leon está tanto molesto como intrigado por la presencia de Nadja, todo lo que hace y dice le indigna y a la vez no deja de prestarle atención a absolutamente todo lo que hace. Por un momento, Petzold nos hace empatizar con Leon, es comprensible que se sienta enojado porque todo y todos a su alrededor parecen estar conspirando para impedirle trabajar en su novela. Probablemente esto sea la intención de Petzold, para que llegue un momento en el que nos obliga a cambiar totalmente la perspectiva de este personaje.
Ese punto de cambio llega con la llegada de Devid, un rescatista de la playa que exaspera gravemente a Leon, por ninguna razón en particular, meramente por estar cerca de él. Es aquí que nos damos cuenta de la actitud de Leon es egoísta, engreída, grosera, nadie está conspirando contra él, su falta de concentración es producto de un profundo auto sabotaje. Y así también cambia nuestra percepción del resto de los personajes, de ser algo odiosos pasan a ser realmente agradables. Sin embargo Petzold nos mantiene en el punto de vista de Leon y mientras más vemos como quienes lo rodean lo tratan con amabilidad y quieren darle una oportunidad de convivir en paz, en especial Nadja, quien incluso coquetea con él a pesar de como la ha tratado anteriormente, Leon más busca distanciarse y culpar a los demás de sus propias acciones.
Atrapado en una visión solipsista, Leon era incapaz de ver lo que ha estado sucediendo a su alrededor, que su historia no es la única y mucho menos la más importante que se está contando, sin embargo se da cuenta muy tarde, pues ni siquiera las llamas que finalmente alcanzaron su santuario fueron suficiente señal para poner su mirada en lo verdaderamente importante. La audiencia casi a la par del personaje va reconsiderando varias situaciones y diálogos, dándose cuenta de lo valioso de estas interacciones, lo mucho que decían de cada personaje y sus vidas, es de esta revalorización de la situación en general que Leon por fin encuentra su inspiración, lamentablemente sale de la peor situación posible.
Petzold construye una película que es pausada en su ritmo y emocionalmente complicada, pero con un buen humor mantiene a la audiencia lo suficientemente interesada en lo que sucede, para llegar a una conclusión que no se puede describir más que como devastadora. Un final en el que parece hasta increíble lo mucho que la sutileza del director afecta sentimentalmente a la audiencia, la indiferencia antes sentida se convierte en una sensación de arrepentimiento, por no haber pasado más tiempo de calidad con estos personajes. Es así que Cielo Rojo resulta ser un relato que no solo advierte a los artistas de no enfrascarse en su propio mundo, sino para cualquier persona, pues no notarás aquellas cosas que pasan a tu alrededor y que son tan importantes para entender a los demás. De no abrir los ojos, la única consecuencia es la soledad.
Título original: Roter Himmel
Dirección y guion: Christian Petzold
Elenco: Thomas Schubert, Paula Beer, Langston Uibel, Enno Trebs y Matthias Brandt
Cinéfilo, crítico, swiftie y procrastinador profesional.