‘El Justiciero: Capítulo Final’, Denzel Washington es un asesino de slasher dentro de un western
La última entrega de El Justiciero es una fascinante combinación de géneros.

Reseña | El Justiciero: Capítulo Final
Después de haber sido herido en una de sus misiones, Robert McCall se encuentra es atendido por un doctor en Altamonte, un pueblo en Italia donde McCall es bien recibido por sus habitantes quienes lo tratan como uno de los suyos. Ahí, McCall cree que puede llevar a cabo una vida pacífica, sin embargo cuando la mafia comienza a amenazar a la gente que ahora llama amigos, tendrá que detenerlos a como de lugar, aún si esto significa sucumbir a la violencia.
El actor Denzel Washington y el director Antoine Fuqua se han convertido en una dupla inseparable desde hace más de veinte años en los que han trabajado en películas como Training Day y el remake de los 7 Magníficos, pero por lo que más se reconoce a esta dúo es por las películas de El Justiciero (The Equalizer), cuya tercera y última película ha llegado a cines este fin de semana.
Las dos películas de El Justiciero están inspiradas en la serie The Equalizer que se transmitía en los 80’s. Nunca he tenido oportunidad de ver esta serie, pero de lo poco que sé me queda claro que Fuqua no tenía intención de hacer una adaptación totalmente fidedigna y más bien juguetear con el concepto para adecuarlo a una película de acción moderna en lugar de un thriller de espionaje que es a lo que apuntaba la serie. Fuqua y Washington convirtieron al protagonista, Robert McCall, en una máquina de matar sumamente inteligente, pero que además es perseguida por su pasado y presenta síntomas de trastornos como el TOC y Estrés Postraumático. Su deseo es ayudar a extraños que no tienen los medios ni la suficiente fuerza para defenderse a sí mismos, pero su obsesión por erradicar el mal lo ha llevado a ser cada vez más y más violento.
Es por eso que lo más interesante de El Justiciero: Capítulo Final es que ya ni siquiera se siente como una película de acción, la intención de Fuqua para terminar esta trilogía no es salir con una entrega explosiva o espectacular, en lugar de eso se remite a tomar elementos de dos géneros, el western y el slasher, que pocas veces vemos juntos para crear una película especial. La última entrega de El Justiciero lleva, por razones que desconocemos, a Robert McCall al pueblo costeño Altamonte en Italia donde por fin parece encontrar una vida pacífica. Obviamente esto no dura mucho y una nueva amenaza se hace presente y tiene que hacer lo que tiene que hacer.
El concepto de un forajido extranjero que deberá proteger a un pequeño pueblo de malhechores que lo acechan es típico del western, Fuqua no busca necesariamente que la película se sienta similar al género en estilo, pero en cuestión de historia y temática es muy franca la influencia. El Justiciero: Capítulo Final no va directo a la acción y la violencia, más bien sigue a McCall tratando de llevar su vida, interactuando con los locales y forjando nuevas amistades, para que cuando llegue el punto en el que deberá poner sus habilidades de nuevo en práctica, el público medite junto a él ¿Vale la pena arriesgar su paz mental por la paz de los demás? Pero de no actuar en favor del bien común ¿Podrá vivir sabiendo que pudo hacer algo por salvar a estas personas del crimen? La respuesta está en que el egoísmo no es la naturaleza de McCall, ayudar a los demás lo es.
¿Y cómo detiene a los malos? Es en específico por las secuencias de acción que menciono que Fuqua no sigue el estilo visual del western, no vemos muchos planos que remitan al cine clásico ni sigue el lenguaje cinematográfico característico del género. Para la acción, Fuqua hace un lado el western por un género donde la sed de sangre de McCall se ve mejor reflejada: El terror, o en específico, el slasher. En esta entrega, cuando se trata de asesinar, McCall tiene menos que ver con los vaqueros y más que ver con asesinos como Michael Myers, Leatherface y Jason Voorhees, su figura es amenazante, acecha en las sombras y ataca por sorpresa, no tiene límites con la crueldad de sus actos y la piedad no es una opción. Fuqua dirige estas secuencias con un estilo acorde, las luces desaparecen, la oscuridad predomina en la pantalla, los silencios son largos y la violencia cae en ocasiones como jumpscares muy bien justificados. Esto también implica que la acción no es constante durante la película, sino que Fuqua busca los momentos precisos para desarrollar estas secuencias y a pesar de que no son bastantes, son satisfactorias.
Este contraste de estilos y géneros es fascinante porque remarca las diferentes caras de McCall, por un lado está la atmósfera bucólica con los bellos escenarios y paisajes de la costa Italiana que nos lo presentan como a un señor de edad avanzada como si estuviera de vacaciones. Por otro lado está la oscuridad, los planos sucios, las imágenes religiosas, la violencia gráfica y todo lo que presenta a McCall como la manifestación de un poder divino para hacer el bien en la tierra a toda costa. Al final estos estilos convergen para demostrar que no son dos personalidades diferentes del personaje, sino una misma y al aceptarlo, McCall puede encontrar su paz ¿Eso significa que no volverá a matar? No necesariamente. El trabajo de Washington es por supuesto magnífico, porque un segundo puede parecerte una persona muy amable, carismática y agradable, para que al siguiente sientas que no existe persona más peligrosa en el mundo y que no te gustaría para nada cruzarte con él.
Fuqua realizó una gran combinación de géneros, pero entre ellos se encuentra uno que no le va nada bien a la película y es el thriller político. A la par de la trama de McCall en el pueblo italiano se desarrolla una subtrama que involucra terrorismo y espionaje que no es realmente interesante y lo único que logra es desviar la atención del público de lo que realmente importa, además de entorpecer gravemente el ritmo. Lo único por lo que se salva esta subtrama es porque su giro final ayuda a aterrizar el discurso sobre la naturaleza de McCall, como un chiste demasiado largo con un remate efectivo, pero corto. Otra razón por la que es digerible es por Dakota Fanning y su reunión con Washington 20 años después de haber trabajado juntos en Hombre en Llamas, al menos sus interacciones son entretenidas.
Por esto y algunos detalles más, El Justiciero: Capítulo Final no llega a ser una gran película, pero si lo es suficiente para satisfacer a quienes gustaron de las entregas anteriores o para quienes son fans de Washington. También funciona muy bien para quienes como yo no buscan una película del montón, que si bien puede retar la paciencia de la audiencia, su realización es más que fascinante. Si este es el cierre definitivo para Robert McCall, pues se va con la mejor entrega de esta trilogía, lo que sí esperamos es que esta no sea la última vez que veamos una colaboración entre Washington y Fuqua, pues aún tienen mucho que ofrecernos.
Título original: The Equalizer 3
Dirección: Antoine Fuqua
Guion: Richard Wenk
Elenco: Denzel Washington, Dakota Fanning, David Denman, Sonia Ammar, Eugenio Mastrandrea, Gaia Scodellaro, Remo Girone y Andrea Scarduzio.
Cinéfilo, crítico, swiftie y procrastinador profesional.