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El tener una franquicia cinematográfica que se desarrolla a través de los años no suele ser una tarea tan sencilla. Los tiempos van cambiando, y las audiencias acoplan sus intereses a lo que la industria ofrece, por lo que es un desafío poder ofrecer a los espectadores una cinta que no sólo se encargue de dejarlos satisfechos durante un momento, sino que su calidad pueda prevalecer durante años, a través de una producción atemporal, que, sin importar la época, podrá ser recordada y disfrutada mediante un discurso que pueda resonar en diferentes generaciones.

La llegada de Scream 5 durante el 2022 fue toda una historia de éxito, y básicamente una prueba de como a pesar de tener todas las expectativas en contra, se puede triunfar. Ghostface es un personaje que existe en el cine desde hace 26 años, y a pesar de tener algunos cuantos altibajos, siempre fue sinónimo de una saga reconocida por mantener un nivel superior en comparación a otras franquicias con algunas entradas lamentables.

En el 2011, Scream 4 prometía ser el regreso definitivo para la serie; sin embargo, a pesar de ser una estupenda película, su poca promoción y su taquilla terminaron por clavar el cuchillo a las esperanzas que existían para una nueva trilogía. Por desgracia, la idea de ver una quinta entrega se hizo más lejana cuando Wes Craven falleció en 2015, así que muchos dieron por finalizada la historia de Sidney, Gale, Dewey y Ghostface.

Después de una serie de TV y varios años de ausencia, los fanáticos se sorprendieron cuando una nueva entrega se anunció. El aura de misterio estaba en el aire, y nuevos nombres se unían a la franquicia: Melissa Barrera, Jenna Ortega, Jasmin Savoy Brown y Mason Gooding. Pero estos serían acompañados por los ya conocidos David Arquette, Courteney Cox y Neve Campbell. Mientras que la dirección correría a cargo de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, reconocidos por su cinta de horror y comedia Ready or Not.

El misterio terminó y Scream resultó ser un éxito, tanto crítica como taquilla, todo fue viento en popa, y tras estos prometedores resultados, una secuela no se hizo esperar, es así como finalmente llega a los cines la esperada Scream VI, ¿está a la altura de la franquicia? ¿vuelve a ser un capítulo fresco? Las respuestas y más en esta reseña.

Scream VI toma lugar un año después de los acontecimientos ocurridos en la entrega anterior. Sam (Melissa Barrera) y Tara (Jenna Ortega) se han mudado a Nueva York junto con sus amigos, una ciudad grande y llena de personas, ¿qué podría salir mal? Si algo nos ha enseñado la mezcla del cine de horror y la ciudad de Nueva York es que las sorpresas están en cada esquina de la gran manzana.

Y así como Jason se dispuso a tomar Manhattan y el monstruo de Cloverfield hacer añicos a media ciudad, el temible Ghostface vuelve, oculto entre las sombras, acechando cada paso que las hermanas Carpenter dan para torturarlas, no sin antes terminar con aquellos personajes que se pongan en su camino, y si la tensión no es suficiente, sospechar de todos aquellos que las rodean, después de todo, nunca puedes confiar en nadie.

Con este argumento es que Scream VI desarrolla su historia, en un paralelismo similar a Scream II tenemos a una parte de nuestros personajes cursando la universidad, pero lejos de centrar gran parte de su acción como en aquel campus en el que los personajes huían despavoridos del perverso Ghostface en 1997, la sexta entrega toma la gran manzana como un personaje más y juega con todos los recursos que esta ofrece para crear escenarios donde la tensión y la brutalidad se juntarán para crear momentos que mantengan al espectador al borde de su asiento.

Y es que una de las mayores fortalezas de Scream VI se encuentra en su intensidad, desde la escena inicial (la mejor, desde la original) deja en claro que el tono es más oscuro, y este Ghostface es más astuto que sus antecesores, pero también más agresivo, y si bien, la película nunca llega a los niveles que cintas como Terrifier 2 alcanzan en cuanto al gore, la forma en la que muchas de las escenas están filmadas, transmiten a la perfección el estilo salvaje y despiadado de este nuevo Ghostace, todo gracias a una brillante composición de elementos.

Pero, el crecimiento no ocurre en el escenario, también está dentro de los personajes y la construcción y evolución que tienen de una cinta a otra. Melissa Barrera regresa como Sam Carpenter, personaje que dejó una gran división entre los fanáticos después de la entrega anterior, después de todo, llenar los zapatos de LA final girl por excelencia, Sidney Prescott no era tarea sencilla; sin embargo, su presencia en esta entrega supera con creces a su trabajo previo. Samantha está más consciente de su naturaleza y de su pasado, sabe de dónde viene, pero ¿a dónde se dirige? Barrera abraza esta esencia desconcertante de Sam y brilla con más fuerza en el papel protagónico, es feroz, decidida, pero también posee un lado humano, que a pesar de saber que hay oscuridad en su historia, lucha contra ello en escenas donde refleja un mayor número de emociones.

Y por otra parte tenemos a Tara, quien es interpretada nuevamente por Jenna Ortega, y a diferencia de su anterior aparición en la franquicia, el guión le ofrece más cartas para realizar más cosas dentro de la película y presentarnos nuevos ángulos de Tara. En este capítulo tiene más cosas por hacer, también está lidiando con las consecuencias de los asesinatos de Woodsboro, pero lo lleva a su forma, mientras que intenta comprender lo que ocurre con su figura fraternal, creando una dinámica interesante entre las dos hermanas Carpenter, que de alguna manera recuerda un poco al discurso de la cinta The Fallout, también protagonizada por Ortega. Hay evolución en Tara, y esto, apoyada por una sobresaliente actuación de Ortega, permiten que el espectador tenga mayor deseo de seguir descubriendo al personaje.

Mason Gooding y Jasmin Savoy Brown vuelven como los hermanos Meeks-Martin. Chad y Mindy, ambos presentados en la entrega anterior, sobrinos del legendario Randy Meeks, quienes, en su previa aparición dejaron un sabor mixto entre los fans. Chad era un personaje agradable, pero el desarrollo del personaje no era tan extenso; mientras que Mindy fue encontrada por muchos como alguien insensible. Pero, como dije hace unas líneas, el crecimiento también se centra en los personajes, y los gemelos son el mejor ejemplo de ello. Ambos tienen una mayor interacción con las hermanas Carpenter, se rescatan los mejores rasgos de ellos, y son elevados con una gran dosis de humanidad y nobleza. Chad es el corazón del grupo de sobrevivientes, y en todo momento te encuentras deseando que todo salga bien a su favor, incluso en los peores momentos; mientras que Mindy muestra un lado más sensible, que agrada con facilidad al espectador, aún sigue siendo esta fanática del cine de horror -honrando a su tío-, pero, su discurso es más natural, y creíble, y todo gracias a la forma en la que se relaciona con los personajes en la película.

Sin embargo, ellos no son los únicos que vuelven. Courteney Cox, y una sorprendente Hayden Panettiere vuelven como las legendarias Gale Weathers y Kirby Reed. Uno de los mayores puntos que se le críticaron a la entrada anterior fue que los personajes originales se sentían metidos con calzador. Pero, las intervenciones de Weathers y Reed son naturales y siguen explorando nuevas facetas de ambos personajes. Cox sigue sorprendiendo a la audiencia con lo acertiva que puede llegar a ser Gale, pero tampoco es ese personaje que conocimos en el 96, la evolución ha sido constante durante estas seis entregas, y mientras que seguimos viendo a esa perspicaz reportera, también observamos una figura que siente mayor empatía por aquellos cercanos a ella. Mientras que esto ocurre, el retorno de Panettiere es uno de los mayores elementos que generan expectativa, pues en el 2011 se convirtió en la favorita de los fans, quienes estuvieron teorizando durante años si Kirby había sobrevivido a la masacre de Woodsboro, y ahora que está de regreso, Kirby Reed demuestra mayor madurez y sabiduría, pero sin perder esa chispa de geniliadad que la caracterizaron hace 12 años, y todo en medio de una narrativa que la coloca en un eje interesante que absorve a los espectadores desde el primer momento que la volvemos a ver. El retiro de Panettiere fue largo, pero su reaparición en la pantalla grande se agradece.

Y con cada entrega hay nuevos rostros: Liana Liberato, Devyn Nekoda, Jack Champion, Dermot Mulroney y Josh Segarra, se unen a la familia, y cada uno de ellos posee algunos momentos que los hacen brillar y destacar en la pantalla. Liberato interpreta a Quinn, personaje que destaca por su naturaleza coqueta, definida por si misma como “sexualmente positiva”. Nekoda es Anika, interés amoroso de Mindy (y en lo personal, mi favorita dentro de las nuevas adiciones al cast). Champion da vida a Ethan, un joven tímido que es amigo de Chad. Mientras que Segarra entra en la piel de Danny, vecino atractivo de Sam, y Mulroney desarrolla el papel del detective Bailey. Si bien, las últimas entregas se han vuelto blanco de un desarrollo escaso en cuanto a los personajes recién llegados, Scream VI se libra de esto… aunque no por completo; y es que cada adición al cast posee una base sólida, las personalidades están bien definidas, y cada uno de ellos te atrapa al instante gracias a sus actuaciones, pero, también te dejan con el deseo de conocer con un poco de mayor profundidad sus roles; aún así, sí es un paso mayor respecto a otros personajes que sólo aparecían y desaparecían de un momento a otro.

Las interacciones entre todos los integrantes del cast son un verdadero deleite, y la dinámica entre cada pieza de este tablero de ajedrez es cautivador. Todos tienen una motivación, una intención, y una voz que puede compaginar o chocar con la de los otros personajes, pero, mientras que cada uno de ellos se mueve con cautela bajo el intrigrante cielo de Nueva York, Ghostface vigila desde las sombras, aumentando el drama al momento en el que uno de ellos cae víctima de su feroz cuchillo, resultando en escenas que poseen una mayor carga emocional, y todo gracias a una buena escritura en cuanto las relaciones y definición de personajes.

Gran parte de los aciertos de Scream VI vienen gracias al guión de James Vanderbilt y Guy Busick, quienes regresan de la cinta anterior, y poseen un mayor conocimiento de la esencia de los personajes, permitiéndose jugar con ellos y divertirse, al ponerlos con piezas inexploradas, otras conocidas, más mientras construyen una serie de giros, arcos, que en todo momento te mantienen a la expectativa, no te deja descansar, creando una serie de escenas que mantienen en constante estrés al asistente. La dupla conoce la naturaleza de la serie, y la respeta, pero a su vez inyecta una intensa dosis de violencia y misterio que se acopla muy bien a la identidad de la misma, y le da un gir fresco y disfrutable. Existen algunos factores predecibles, pero, la construcción hacía el acto final es ingenioso y te deja con ganas de más.

El guión es veloz, nunca se detiene, cada escena posee factores que son necesarios para la elaboración de la trama, el ritmo es dinámico, y el equilibro entre la narración y el diálogo ofrece al público elementos que esperarían de una entrada nueva de Scream, pero, lejos de caer en lo esperado, lo refrescan con giros que son el resultado de un texto, en el que el equipo creativo se sentó durante horas y se divirtió al crear escenarios que compactan lo mejor de lo conocido y lo nuevo. Un ejemplo de ello es la secuencia inicial, un movimiento clásico, pero a la vez atrevido por parte de Scream VI, es el clásico juego del gato y el ratón, en el que sabes que algo está por ocurrir, sin embargo, es el camino el que toma rutas alternativas, decoradas con un discurso, una crítica, que si bien, es otra tendencia de la serie, no se siente como algo rehusado, gracias al ángulo desde el que se implementa. Al final, terminamos con uno de los actos más memorables de la saga.

La dirección de Bettinelli-Olpin y Gillett es más segura, posee más confianza, y esto se traduce en una película que tiene una mayor claridad de la ruta que quiere recorrer, pero también el punto en el que quiere cerrar. Hacen de la película una experiencia emocionante, que busca robar el aliento del espectador, jugar con su mente, dejar un descanso, pero atacar en momentos inesperados. Su decisión de llevar la acción a una óptica de escala mayor es brillante, puesto que se logra una yuxtaposición en la que, a pesar de contar con un espacio inmenso, la sensación de claustrofobia es mayor, pues, a pesar de estar rodeados por miles de personas, no sabes en qué momento la siniestra y escalofriante presencia de Ghostface saltará para crear un resultado devastador.

Parte de esta postura también se consigue gracias a la integración de varios recursos técnicos bien aprovechados. Desde el manejo de cámaras que se colocan en ángulos que transmiten diferentes tipos de miedos, ya sea por medio de un primer plano en el que un personaje observa con intriga una ola de personas y disfraces en un metro repleto, hasta un gran plano general en el que el vértigo poco a poco va tomando el lugar de la claustrofobia hasta volverse el protagonista y antagonista de la escena.

La fotografía de Brett Jutkiewickz realza el terror y la sensación de crudeza, desde la implementación de una gama de grises, hasta una mezcla de rojos y negros que se encuentran en un equilibrio hipnótico, que te van seduciendo poco a poco hasta llevarte al punto de la tensión, y todo rematado con un juego de iluminación que construye una atmósfera espeluznante, incluso en los momentos tranquilizantes.

Mención aparte al apartado musical de la cinta, pues a pesar de contar con una serie de melodías que no son ajenas a la franquicia, estas están bien utilizadas, y su aparición en determinados momentos clave de la película logran generar ciertos toques de nostalgia en los espectadores veteranos, mientras que dan una sensación de comodidad y curiosidad a aquellos que son frescos en la franquicia. Pero lejos de caer en el mero factor de la nostalgia, Brian Tyler y Sven Faulconer crean piezas que cumplen con la función de envolver a la audiencia desde lo sonoro, para ser esa cereza sobre el pastel de piezas construidas con brillantez.

A pesar de que Scream VI no es perfecta, y aún quedan algunos elementos por refinar, hay una verdad detrás de la cinta, y es que Radio Silence ha logrado conseguir un balance sensacional entre la nostalgia y la frescura, en el que hay una comunión entre los espectadores de antaño y los recién llegados, para todos hay elementos que hacen que esta entrega no defraude, y se coloque como el segundo mejor capítulo de la franquicia desde la cinta de 1996.

Hoy en día es imposible tener una franquicia que esté libre de altos y bajos, y aunque Scream los ha tenido, ninguno ha perdido del todo la buena calidad que posee la serie, y es impresionante observar como a pesar de ser “el mismo chiste contado por sexta vez”, demuestra que aunque la esencia sea la misma, lo importante está en la forma de contarlo, y el entender ese factor, permite una vez más que la saga ofrezca al público un producto intenso, salvaje, aterrador, pero sobre todo disfrutable y entretenido.

Desde metros repletos a referencias al cine de horror/terror, alturas, bodegas, y calles y callejones oscuros, Scream VI representa una experiencia fresca, llena de corazón que dejará satisfechos a los fanáticos, e incluso a aquellos que no lo son. Entre un perfecto equilibrio, momentos llenos de locura y personajes entrañables, este es uno de los puntos más altos que ha alcanzado la saga, y no puedo esperar a ver qué tiene deparado el futuro para la misma.

Título original: Scream VI
Dirección: Matt Bettinellli-Olpin y Tyler Gillette
Guion: James Vanderbilt y Guy Busick
Elenco: Melissa Barrera, Jenna Ortega, Jasmin Savoy Brown, Mason Gooding, Courteney Cox, Hayden Panettiere, Dermot Mulroney, Liana Liberato, Devyn Nekoda, Jack Champion, Josh Segarra, Samara Weaving, Henry Czerny, Tony Revolori, Roger L. Jackson

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