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Años después de la perdida de su hijo Carlo, el carpintero Gepetto crea una marioneta con la que pretende reemplazarlo. Cuando una hada le concede vida y lo nombra Pinocho, esta hará todo lo posible para cubrir el vacío en su padre.

Existen un sin fin de adaptaciones de Pinocho de Carlo Collodi, tan solo en el último año hubieron un par incluyendo el remake live action de Disney que quisieron ocultar en su mar de contenido de Disney+. Mientras todo esto sucedía, Guillermo del Toro estaba también por estrenar su propia versión de este clásico cuento, que además ha declarado es uno de los proyectos por los que ha sentido más pasión por hacer. Pero ¿Qué tenía Del Toro que aportar con contar esta historia ya tan conocida?

No había que dudar que el cineasta mexicano tendría una visión muy distinta a la del propio Collodi y de todos los que han adaptado su obra. De hecho el discurso por el que apunta Del Toro contradice por completo la moraleja de obediencia a los padres y la autoridad que el Pinocho original y sus encarnaciones quieren dejar para los niños.

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Donde otros encontraban en Pinocho un niño malcriado y travieso que necesita ser corregido, Del Toro nos presenta en su lugar a un niño curioso, ingenuo, lleno de energía, que sí, se mete en muchos problemas, sin embargo esto pasa por su deseo de descubrir lo que la vida y el mundo tienen que ofrecerle. Este Pinocho tiene mucho que enseñar a los personajes que lo rodean tanto como él aprender de ellos.

Otro aspecto del que se separa Del Toro en su adaptación es en que sitúa la historia la Italia gobernada por Benito Mussolini, nos muestra la vida de sus personajes sumidos en la miseria, derrotados, consecuencia directa o indirecta de la opresión que viven. Es por eso que este Pinocho no es un producto de cariño, sino de un acto de despecho de un hombre que lo ha perdido todo.

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Así que la actitud de Pinocho más que ser contrastante con el mundo que habita, se convierte en un acto de rebeldía, su alegría, su curiosidad, su afecto van en contra de la frialdad y el orden que se exige de la gente desde los puestos de poder. O de los niños desde la crianza de su padres. Del Toro tomó un cuento sobre la obediencia para decirnos que la desobediencia no solo no es mala, sino que es necesaria ante la adversidad. Romper las reglas es lo que nos puede salvar en los peores momentos y ser auténticos nos impide caer en la sumisión.

En tiempos donde ideologías extremistas que rechazan a lo ‘diferente’ están tomando poder otra vez (justo a casi un siglo del ascenso del fascismo) y cuyos efectos se resienten primero en las dinámicas familiares, me parece muy importante tener películas como Pinocho que nos invitan a ser desafiantes de la autoridad. Tal vez algunos padres no aprecien ese tipo de mensajes que se esconden debajo de una bella animación, pero los niños con los años seguramente lo apreciarán cada vez más y más.

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Título original: Guillermo del Toro’s Pinocchio
Dirección: Guillermo del Toro y Mark Gustafson
Guión: Patrick McHale y Guillermo del Toro
Elenco: Ewan McGregor, David Bradley, Gregory Mann, Ron Perlman, Finn Wolfhard, Cate Blanchett, Christopher Waltz y Tilda Swinton
Doblaje: Oscar Flores, Jesse Conde, Leonardo Novoa, Octavio Rojas, Emiliano Rafael Treviño, Rebecca Patiño, German Fabregat y Talía Marcela

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