23 de septiembre de 2023

Recientemente, se ha confirmado que el trágico extravío de un sumergible de la empresa OceanGate, durante un viaje para explorar los restos del legendario trasatlántico Titanic, fue causado por una implosión catastrófica en las profundidades del océano. Esta devastadora noticia ha dejado un rastro de interrogantes en cuanto a la seguridad de las expediciones submarinas y la fragilidad de los restos del Titanic, sumergido a aproximadamente 3,800 metros bajo el nivel del mar.

El hundimiento del RMS Titanic en abril de 1912 se convirtió en un evento histórico mundialmente conocido, y su impacto fue aún mayor gracias a la aclamada película “Titanic“, dirigida por James Cameron y protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.

Curiosamente, Cameron, obsesionado con el naufragio, decidió sumergirse en el océano Atlántico en 33 ocasiones, 12 de ellas antes de rodar su icónica película. Estas inmersiones, además de marcar su trayectoria cinematográfica, le brindaron una visión única de los restos del Titanic y le permitieron experimentar de primera mano la grandiosidad y la tragedia que yacen en las profundidades.

La conexión entre la esposa del piloto del submarino y el Titanic

Wendy Rush, la esposa del piloto del submarino, tiene una conexión profundamente personal con el trágico barco. Como tataranieta de Isidor Straus, el magnate del comercio minorista, y su esposa, Ida, quienes perdieron la vida en el viaje inaugural del Titanic junto con más de 1,500 personas, Wendy lleva consigo la historia de sus ancestros.

Sus antepasados han sido inmortalizados en la película Titanic de 1997, donde Lew Palter interpretó a Isidor y Elsa Raven a Ida, dejando un legado duradero en la memoria colectiva. La conexión familiar con este icónico evento histórico agrega una capa adicional de significado a la historia de Wendy Rush y su asociación con los restos del Titanic. 

¿Por qué se le da demasiada relevancia a su hundimiento?

A lo largo de los años, el trágico hundimiento del Titanic ha capturado la imaginación y la atención del mundo entero. A pesar de que la historia está repleta de tragedias aún más mortales, el Titanic sigue siendo el único desastre que se conmemora y celebra de manera constante. ¿Por qué este suceso en particular ha adquirido tal relevancia?

La respuesta radica en la tragedia de tener que hacer elecciones difíciles, más que en los propios hechos del desastre en sí. El drama de sufrir una muerte lenta y anunciada fue lo que tocó el nervio emocional y romántico de quienes aman las buenas historias, siendo  un acontecimiento digno de ser contado a través de la gran pantalla.

Es cierto que existieron otros desastres marítimos de gran magnitud, como la explosión del Sultana en 1865 que cobró más de 1,500 vidas, el ataque al Lusitania en 1915 que dejó 1,200 muertos, y el trágico vuelco del barco Eastland en 1915 en el río de Chicago, donde perdieron la vida 840 pasajeros. Sin embargo, la mayoría de las personas apenas recuerda estos eventos y no se ha registrado que alguien haya comparado el hundimiento del Costa Concordia con el del Eastland.

Incluso en el caso del Lusitania, solo se recuerda como el evento que llevó a Estados Unidos a entrar en la Primera Guerra Mundial. Nadie recuerda detalles de lo que ocurrió, porque fue rápido y violento.

La diferencia fundamental radica en la intensidad y el dramatismo del hundimiento del Titanic. En tan solo dos horas y cuarenta minutos, el tiempo aproximado de una obra de teatro, este majestuoso buque se hundió en las gélidas aguas del Atlántico. Entre sus pasajeros, se encontraban individuos de diferentes rangos, estatus y personalidades, creando una diversidad que representaba a toda la humanidad.

Aunque eran numerosos, su número era lo suficientemente pequeño como para formar una comunidad contenida en sí misma, permitiendo a las personas observar las acciones y decisiones de los demás con atención. El Titanic tenía todos los elementos de un gran drama: la toma implacable de decisiones trascendentales en la vida de los individuos.

Otros desastres, por otro lado, fueron demasiado grandes o demasiado pequeños para generar este tipo de interés duradero. Algunos ocurrieron de manera demasiado rápida o demasiado lenta. Los grandes incendios de Chicago en 1871 y el terremoto e incendio de San Francisco en 1906 fueron olas de destrucción que se extendieron a lo largo de varios días, difuminándose en paisajes extensos. Hoy en día, se los recuerda no como dramas protagonizados por hombres y mujeres individuales, sino como pruebas de la capacidad de supervivencia de las comunidades frente a las fuerzas de la naturaleza.

En contraste, el hundimiento del Lusitania, el Sultana y el Eastland ocurrieron en cuestión de minutos. La gente no tuvo tiempo para analizar sus opciones, considerar sus acciones desde un punto de vista moral o reflexionar sobre sus propias vidas y tomar decisiones sobre cómo enfrentar su inminente final. No hubo tiempo para que parejas como Ida e Isidor Straus, quienes decidieron quedarse juntos y enfrentar la muerte en el Titanic, tomaran esa decisión en otros desastres. No hubo tiempo para que personas como J. Bruce Ismay, director de la compañía naviera que operaba el Titanic, se quedaran en cubierta y colaboraran en los esfuerzos de rescate antes de decidir abandonar el barco. La ausencia de estas escenas conmovedoras y desgarradoras, pero inolvidables, es lo que diferencia al Titanic de otros desastres.

Dónde ver Titanic:

Deja un comentario