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Después de anunciar que están en una relación falsa para no perder la custodia de sus hijas, Ana y Mariana deberán mantener las apariencias hasta que Pablo y Juan Carlos desistan de la demanda. Sin embargo el fingir estar en pareja podría sacar sentimientos verdaderos a flote.

Ya está de regreso la novela favorita de los mexicanos para la temporada. Como ya lo hemos dicho en las reseñas de las dos temporadas anteriores, Madre solo hay Dos es por supuesto una telenovela, pero también es la que más pasos ha dado para revolucionar este formato que es reconocido por su conservadurismo extremo.

Desde plantear la posibilidad de una relación lésbica entre sus protagonistas hasta desarrollar la creación de una familia que rompe el esquema nuclear. La temporada anterior nos dejó con un cliffhanger gigante que de tratarse correctamente, podría permitir que estos temas se sigan explorando profundamente. La tercera temporada de Madre solo hay Dos llegó esta Navidad a Netflix y ya podemos decir si ha valido la pena la espera.

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Es claro que hay un plan hacia donde se dirigirá la historia y es algo predecible, pues ademas es lo que todos hemos querido desde el inicio. Sin embargo no se nos puede entregar con tanta facilidad y así es pues los primeros episodios se dedican a darnos una trama que casi se desvía por completo de este objetivo, luego nos hace creer que sí y rápidamente nos vuelve a arrebatar la felicidad.

Y es que la efectividad de esta tercera temporada viene de esos constantes altibajos que tienen las tramas de cada personaje, en especial la de Mariana y Ana, que es por mucho la que mejor está construida. Incluso con tantos personajes a los que también se les dan sus propios arcos y el suficiente tiempo para desarrollarlos, ellas siempre son la prioridad. A lo largo de las temporadas anteriores hemos visto a estas mujeres y las personas que las rodean crecer mucho, sin embargo creo que es en esta tercera entrega donde vemos los cambios más radicales en cada uno. 

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Pero al tener un cambio tan extremo se empieza a sentir que por fin Mariana y Ana han llegado a la mejor versión de sí mismas, tanto juntas como individualmente, Paulina Goto y Ludwika Paleta las traen a la vida con mucho cariño y seguridad, por eso es tangible el cambio. Entonces el final de esta temporada tiene un aire de ser definitivo y la pregunta es ¿Lo es? ¿Hasta aquí llega la historia de estas mujeres? Sí no es el final, sería muy bueno pues aún queda mucho que explorar sobre su relación, pero si sí lo es, pues es un excelente final y lo que sigue puede quedar a la imaginación. 

Independientemente de cual sea el futuro de esta serie/novela, es muy bueno ver como el trabajo de Carolina Rivera, Fernando Sariñana y su equipo con cada temporada ha ido mejorando, ha ido cambiando y se ha atrevido a entrar de lleno en la cuestión de inclusión. Una serie que siempre aspira a más y lo logra hacer bien debe ser celebrada.

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