La cuarta hija de los Bridgerton, Daphne, es presentada a la sociedad Londinense, con la esperanza de conseguirle un apropiado matrimonio. Cuando la tarea parecía fácil, aparece una revista de escándalos firmada bajo el seudónimo de Lady Whistledown, quién hará más grandes sus obstáculos para conseguir un pretendiente. Con la ayuda del Duque de Hastings, un hombre que preferiría permanecer soltero, Daphne engañará a la misteriosa escritora para que escriba a su favor.

El romance es uno de los géneros principales dentro de la literatura, el teatro, el cine y ahora la televisión. La escritora Jane Austen ha sido la más influyente para estos últimos dos medios, su trabajo en novelas como Emma y Orgullo y Prejuicio dieron los primeros pasos a lo que hoy conocemos como comedia romántica.

Bajo esa misma línea está Bridgerton, la nueva serie de Netflix basada en la novelas de Julia Quinn, que a mera primera vista, parece que será la misma historia romántica anticuada de época que ya conocemos. Y de una forma lo es, pero esta serie producida por Shonda Rhimes tiene algunos ases bajo la manga para adaptar su historia para estándares modernos.

Uno de los más notables es su desinterés en ser históricamente exacta, desde cosas como la manera de hablar y actuar de algunos personajes, la música que en gran parte se compone de covers en violín de Ariana Grande, Billie Eilish, Taylor Swift y otros artistas obviamente actuales. Cualquier otra mínima imprecisión en el diseño de producción pasa desapercibida, pues desde el inicio, Bridgerton se establece como un universo paralelo al que vivimos, uno con su propia historia y reglas.

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Esto le da paso a hacer cambios mucho más interesantes, como deshacerse de un elenco compuesto únicamente de actores blancos e introduce a una gran cantidad de actores de color en roles diversos y no de una manera que sea solo por cumplir una cuota, sino que es un aspecto relevante de la trama. También se da la oportunidad de usar temas como el feminismo para darle conflictos a sus personajes que van un poco más allá de la banalidad que es usual del género.

Quizá no este diciendo cosas nuevas o muy progresistas, sin embargo logra darle profundidad a sus personajes, en especial a los principales, Daphne Bridgerton y Simon Bassett. Su relación pudo haber sido extremadamente sencilla, pero la historia toma un rumbo muy particular, en el que nada es fácil, todo se trabaja, como en la vida real. Podría deconstruir aún más el género si la resolución al final de la temporada no fuera tan simple, apresurado y sin riesgos. Ante todo, lo que sostiene esta historia son las actuaciones de Phoebe Dyvenor y Regé-Jean Page, quienes tienen la suficiente química para hacerte sentir que sus sentimientos son reales.

Bridgerton es una serie que bien podría estar dirigida a adolescentes de 15 años, si no fuera por sus numerosas y explícitas escenas de sexo, que la vuelven una serie que los adolescentes tendrán que ver en secreto. Incluso cuando sus capítulos de una hora tienen que se rellenados con subtramas no tan interesantes, cumple con su principal función que es mantener aferrado al espectador en la pantalla por ocho horas con su tierno escapismo.

Disponible en Netflix.

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