Libro VS Miniserie | “Un Cuento Perfecto”, un resumen de colores pastel
La adaptación de la novela de Elísabet Benavent se ganó el corazón de millones a pocos días de su estreno. ¿Es fiel al texto original? ¿Vale la pena?

Libro VS Miniserie: Un Cuento Perfecto
Aunque soy un gran fanático de las adaptaciones de libros a audiovisuales y uno de mis sueños sea convertirme en guionista de adaptación para algún largometraje o serie televisiva, si yo hubiera estado en el lugar de la persona a la que le ofrecieron llevar “Un Cuento Perfecto” (novela de Elísabet Benavent de la cual te damos más detalles en nuestra reseña, aquí) seguramente no habría sentido emoción a primera instancia sino… miedo.
Ok, sé que esto suena muy fatalista y podría dar lugar a interpretaciones erróneas sobre si el libro es malo o si trabajar con la autora de la historia puede ser una labor de terror, y la verdad es que no, mi opinión no va por ahí. Me explico: habría sentido miedo de no haber podido llevar correctamente una historia que es, al mismo tiempo, tan simple y tan compleja como la que el libro presenta y que, al ver el producto terminado, me dejara la sensación de haberla cagado por haber quitado o metido elementos que, o eran indispensables para la trama, o simplemente no funcionaron y dejaron al espectador más confundido.
No sé si eso mismo le ocurrió a la escritora Marina Pérez, encargada de los cinco episodios de esta miniserie, o si ella se quedó con un sentimiento de agradecimiento por haber sido considerada para la labor. Lo que sí puedo decir es que el proyecto se siente como que ella buscó, de la mejor manera que pudo, respetar la esencia del libro. A grandes rasgos. ¿Cómo? Incluyendo la mayoría de las escenas claves de la historia para que ni los fanáticos de la obra original ni el público que no sabía de su existencia pudieran sentirse perdidos en los más de 200 minutos que dura la temporada entera.
El problema en esto, simplemente, radica en el propio libro: no es una narración que funcione del todo en un producto audiovisual. Y no porque su historia sea mala o porque planteé discusiones complejas sobre el “yo” y las relaciones humanas o algo por el estilo (que sí las contiene, ojo, pero de una manera sencilla de absorber), sino porque su autora, @betacoqueta, le dio demasiado peso a las voces de sus protagonistas, así como a sus pensamientos, en lugar de a las acciones que realizaban, por lo que el trabajo de intentar trasladar ese mundo de ideas y situaciones mentales al plano visual y auditivo, simplemente, sería titánico.
Y lo sé, lo sé: eso mismo es lo que ocurre prácticamente en cualquier adaptación. Por eso tenemos a tanto lector “purista” frustrado cuando sale una película o serie inspirada en su libro favorito: porque nunca podremos terminar de sentir que le hace falta “algo” a la producción que, sencillamente, no se puede replicar: el interior de un personaje. Eso que hace que uno se sienta enteramente identificado (o absolutamente lo opuesto) con él o ella. Y en el caso de las historias de Benavent, esas conexiones entre personajes y lectores son vitales, porque es ahí donde ocurre la magia.
No he leído tantos relatos de la escritora a la fecha (con éste, van apenas cuatro novelas de ella en mi lista de lecturas), pero me han bastado las que ya le conozco para saber que lo sabroso de sus escritos no está en sus tramas sino en lo que ocurre debajo de ellas: en lo que los personajes sienten y experimentan; en lo que no dicen textualmente pero que a nosotros sí nos cuentan; en la apertura del interior de los corazones de sus “actores”, que hace que uno los sienta familiares y tome partido por unos u otros.
Lo positivo de sus narraciones es que son tan cotidianas que, justamente, por ello Netflix ha optado por llevarlas a la pantalla sin mayor problema: le podrían ocurrir a cualquiera, y cualquiera se podría sentir identificad@ con ellas. Pero todos sabemos que la vida es mucho más complicada que las acciones que realizamos día con día.
Para mí es importante resaltar esto en este “versus” de libro y miniserie porque, aunque hasta cierto punto parezca una obviedad, también es ahí donde radica la diferencia abismal entre un producto y otro: la serie, desafortunadamente, se queda corta en retratar a los protagonistas de esta narración, Margot y David, quienes se conocen por azares del destino en un bar tras vivir situaciones románticas complicadas que las llevan a unirlos de una manera complicada y significativa que ellos nunca esperaron.
Y quiero que quede claro que yo sé que tanto la guionista como todos los encargados de la producción hicieron su mejor trabajo al intentar ser fieles a lo que se nos cuenta en la novela, porque de las tres adaptaciones que se han hecho de textos de Benavent, ésta es la más precisa de todas: todo lo que vemos que ocurre en la miniserie, a grandes rasgos, también pasa en el libro. Es más: hasta en sus guiones se usaron frases directas del escrito para que, en ciertos momentos, el audiovisual se sienta como una calca de lo leído.
No obstante, para muchos amantes de la novela, la producción siempre se sentirá vacía hasta cierto sentido por lo que ya mencioné: porque no vemos la profundidad de estos personajes. Sólo vemos lo que hacen, y las implicaciones de sus decisiones, pero nunca… aquello que les hizo sentir. Y cómo esos pensamientos los llevaron a tomar otras elecciones y a complicarse mucho más la existencia. Esa complicidad entre personaje y lector (o, en este caso, audiencia)… se siente desdibujada.
Eso no quiere decir que no existan momentos en la serie en los que los espectadores se podrán sentir identificados con el elenco y con las situaciones, porque el proyecto, en sí mismo, funciona positivamente como una especie de versión moderna de una comedia romántica de los 80 y 90. Bien podría convertirse en una predecesora de películas como “La Boda de Mi Mejor Amigo”, “El Diario de Bridget Jones” o “Titanic”, si envejece con la gracia con la que aquellas lo hicieron. Y eso es un gran acierto tanto para la productora como para el equipo creativo.
No es una historia inolvidable, eso es verdad, pero sí una muy disfrutable, con el potencial de sacar una buena sonrisa cuando se le recuerde en el futuro. Y eso es porque la trama fue construida con tanto cuidado y cariño que se siente a través de las actuaciones de todos los involucrados, sobre todo de Anna Castillo y Álvaro Mel.
Y puede que, para los amantes del texto de Benavent, las versiones de la Margot de Castillo, que en el libro es más tímida y reflexiva en ciertos momentos, e impetuosa y terca en otros; o del David de Mel, que es más rudo y agresivo, volátil y apasionado, no se vean tan fieles a los originales, pero creo que esta parte del público sí podrá vislumbrar guiños positivos de ambos personajes en sus reinterpretaciones, las cuales, muy seguramente, también harán mella en sus corazones.
“Un Cuento Perfecto” dista bastante de ser una adaptación perfecta, esa es la realidad, pero es una que sí vale la pena verse, ya sea que se haya leído el libro o no, porque nos conduce por una historia que es amable a la pupila y al resto de los sentidos; que no requiere demasiada reflexión para encontrarle un buen mensaje; que se sentirá cercana para muchos al grado de enamorar sus emociones, o tan lejana para otros que, posiblemente, les haga querer vivir algo similar, por lo que merece que se le dé un voto de confianza un día de aquellos en los que se quiera disfrutar algo en Netflix junto a un refresco frío y una sabrosa botana.
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